2 Anhelo, y ardientemente deseo los atrios del Eterno. Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
3 Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde poner sus pollos, cerca de tus altares, oh Eterno Todopoderoso, Rey mío y Dios mío.
4 ¡Dichosos los que habitan en tu casa! ¡Siempre te alabarán!
5 ¡Dichoso el hombre que tiene su fortaleza en ti, en cuyo corazón están tus caminos!
6 Cuando pasa por el valle de lágrimas, lo convierte en manantial, que la lluvia temprana lo llena de bendición.
7 Aumentará de fuerza en fuerza, y verá a Dios en Sión.
8 Oh Eterno, Dios Todopoderoso, oye mi oración, escucha, oh Dios de Jacob.
9 Mira, oh Dios, escudo nuestro, y pon los ojos en el rostro de tu ungido.
10 Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Prefiero estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.
11 Porque sol y escudo es Dios, el Eterno; gracia y gloria dará el Eterno. No rehusará ningún bien a los que andan íntegramente.
12 Oh Eterno, Todopoderoso, ¡dichoso el hombre que en ti confía!