2 Abriré mi boca en parábola, hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,
3 lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron.
4 No las ocultaremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Eterno, su fortaleza y las maravillas que hizo.
5 Dios estableció un testimonio en Jacob, y puso una Ley en Israel; y mandó a nuestros padres que la notificaran a sus hijos
6 para que lo sepa la siguiente generación, los hijos que habrían de nacer, y los que se levanten lo cuenten a sus hijos,
7 a fin de que pongan en Dios su confianza, que no olviden las obras de Dios, y guarden sus Mandamientos.
8 Que no sean como sus padres, Generación terca y rebelde, generación que fue desleal a Dios, su espíritu fue infiel.
9 Los hijos de Efraín, arqueros armados, volvieron la espalda el día de la batalla.
10 No guardaron el pacto de Dios, ni quisieron andar en su ley.
11 Antes se olvidaron de sus obras, de las maravillas que les había mostrado.
12 Ante sus padres hizo portentos en Egipto, en el campo de Zoán.
13 Dividió el mar, los hizo pasar, detuvo el agua como en un montón.
14 De día los guió con una nube, de noche con resplandor de fuego.
15 Hendió las peñas en el desierto, y les dio a beber agua en abundancia,
16 de la peña sacó corrientes, e hizo descender agua como un río.
17 Aún así, volvieron a pecar contra él, y se rebelaron en el desierto contra el Altísimo.
18 Tentaron a Dios en su corazón, al pedir comida a su gusto;
19 y hablaron contra Dios, al decir: "¿Podrá ponernos mesa en el desierto?
20 "Cuando hirió la peña, el agua brotó, y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá también darnos pan, y proveer de carne a su pueblo?"
21 El Eterno oyó, y se indignó. Su fuego se encendió contra Jacob, y el furor subió también contra Israel,
22 porque no creyeron a Dios, ni confiaron en su salvación.
23 Sin embargo, Dios mandó a las nubes de arriba, abrió las puertas del Cielo,
24 e hizo llover sobre ellos maná para que comieran, trigo del cielo les dio.
25 Y el hombre comió pan de ángeles, les envió comida hasta saciarlos.
26 Movió el viento este en el cielo, con su poder trajo el viento sur,
27 e hizo llover sobre ellos carne como polvo, aves como arena del mar,
28 Las dejó caer en medio del campamento, alrededor de sus tiendas.
29 Y comieron, y se hartaron. Así satisfizo su avidez.
30 Aún no habían quitado de sí su deseo, aún estaba la comida en su boca,
31 cuando vino sobre ellos el enojo de Dios, y mató a los más robustos, derribó a los jóvenes de Israel.
32 Con todo, pecaron aún, y no dieron crédito a sus maravillas.
33 Por eso consumió en nada sus días, y sus años en pavor.
34 Si los hacía morir, buscaban a Dios; se volvían solícitos en busca suya,
35 y se acordaban de que Dios era su Roca, el Altísimo Dios su Redentor
36 Pero lo adulaban con su boca, y con su lengua le mentían,
37 pues su corazón no era sincero con él, ni estuvieron firmes en su pacto.
38 Sin embargo, Dios les tenia compasión perdonaba su maldad, y no les destruía. Apartó muchas veces su ira, y no despertó todo su enojo.
39 Se acordaban de que eran carne, soplo que va y no vuelve.
40 ¡Cuántas veces lo provocaron en el desierto, lo enojaron en la soledad!
41 Y volvían a tentar a Dios, a provocar al Santo de Israel.
42 No se acordaron de su mano, del día que los redimió de la angustia,
43 cuando puso en Egipto sus prodigios, y sus maravillas en el campo de Zoán;
44 y convirtió sus ríos en sangre, para que no bebiesen sus corrientes.
45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban, ranas que los destruían.
46 Dio también sus frutos a la oruga, y sus trabajos a la langosta.
47 Sus viñas destruyó con granizo, y sus higuerales con escarcha.
48 Entregó al pedrisco sus bestias, y su ganado a los rayos.
49 Envió sobre ellos el ardor de su ira, enojo, indignación y angustia, y una legión de ángeles destructores.
50 Dio libre curso a su furor, y no los eximió de la muerte, sino que entregó su vida a la mortandad.
51 Hirió a todo primogénito en Egipto, las primicias de sus fuerzas en las tiendas de Cam.
52 Y sacó a su pueblo como ovejas, los llevó por el desierto como a un rebaño.
53 Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran miedo, mientras que a sus enemigos los cubría el mar.
54 Los llevó después a los términos de su tierra santa, ese monte que ganó su mano derecha.
55 Echó a naciones ante ellos, con cuerdas les repartió su tierra en herencia, y estableció en sus moradas a las tribus de Israel.
56 Aún así, tentaron a Dios, se rebelaron contra el Altísimo, no guardaron sus testimonios,
57 sino que se volvieron desleales como sus padres. Y se desviaron como arco engañoso.
58 Lo enojaron con sus altos, y provocaron su celo con sus ídolos de talla.
59 Dios lo oyó, y se enojó, en gran manera aborreció a Israel.
60 Por tanto, dejó el Santuario de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres,
61 y permitió el cautiverio del arca, símbolo de su poder, su gloria en mano del enemigo.
62 Entregó también su pueblo a la espada, Y se airó contra su heredad.
63 El fuego devoró a sus jóvenes, y sus doncellas no fueron loadas en cantos nupciales.
64 Sus sacerdotes cayeron a espada, y sus viudas no lo lamentaron.
65 Entonces el Señor despertó como de un sueño, como un valiente que grita excitado por el vino.
66 Hirió a sus enemigos por la espalda, y los puso en perpetua afrenta,
67 Desechó la tienda de José, y no eligió la tribu de Efraín,
68 sino que eligió la tribu de Judá, el monte de Sión, al cual amó.
69 Edificó su Santuario como una eminencia, como la tierra que cimentó para siempre,
70 Eligió a David su siervo, lo tomó de las majadas de las ovejas,
71 de detrás de las ovejas lo trajo, para que apacentase a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad.
72 Y los apacentó con la integridad de su corazón, y los pastoreó con la pericia de sus manos.