2 Atiéndeme y respóndeme. Clamo en mi oración, y me conmuevo,
3 a causa de la voz del enemigo, por la opresión del impío. Porque iniquidad vierten sobre mí, y con furor me persiguen.
4 Mi corazón está dolorido dentro de mí, terrores de muerte sobre mí han caído.
5 Temor y temblor vinieron sobre mí, Y el horror me abruma.
6 Dije: " ¡Quién me diera alas de paloma!" Volaría yo, y descansaría.
7 "Ciertamente huiría lejos, Moraría en el desierto".
8 "Me apresuraría a escapar del viento borrascoso, de la tempestad".
9 Destrúyelos, oh Señor, confunde su lengua, porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.
10 Día y noche rondan sobre sus murallas, iniquidad y malicia hay en ella.
11 Sólo agravios hay en su medio. La opresión y el engaño no se apartan de sus plazas.
12 Porque no me afrentó un enemigo, lo que habría soportado, ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él;
13 sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía y mi amigo íntimo,
14 que juntos nos comunicábamos dulcemente los secretos, mientras íbamos con la multitud a la casa de Dios.
15 Que la muerte sorprenda a mis enemigos, desciendan vivos al sepulcro, porque maldades hay en su morada.
16 Pero yo, a Dios clamaré, y el Eterno me salvará.
17 Al atardecer, de mañana y al mediodía oro y clamo, y él oye mi voz.
18 Me redime en paz de la guerra que se libra contra mí, aunque mis adversarios sean muchos.
19 Dios que reina eternamente, oirá y los quebrantará; por cuanto nunca se enmiendan, ni respetan a Dios.
20 Los inicuos extienden sus manos contra sus amigos, violan su pacto.
21 Ablandan sus dichos más que mantequilla, pero guerra hay en su corazón. Suavizan sus palabras más que el aceite, pero son espada desenvainada.
22 Echa sobre el Eterno tu carga, y él te sustentará, jamás dejará caído al justo.
23 Porque tú, oh Dios, harás descender a los malos al pozo de la sepultura. Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días. Pero yo en ti confiaré.