2 "¿Por qué vine, y nadie apareció; llamé, y nadie respondió? ¿Acaso se acortó mi mano para redimir? ¿No tengo fuerzas para salvar? Con mi reprensión seco el mar; convierto los ríos en desierto, y sus peces se mueren y se pudren por falta de agua.
3 "Visto de oscuridad el cielo, y lo cubro de cilicio".
4 El Señor, el Eterno, me dio lengua de sabios, para saber hablar palabra de aliento al cansado. Mañana tras mañana me despierta el oído, para que oiga como los sabios.
5 El Señor, el Eterno, me abrió el oído, y no fui rebelde, ni me volví atrás.
6 Ofrecí mi espalda a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi rostro de los que me insultaban y escupían.
7 Debido a que el Señor, el Eterno, me ayuda, no seré confundido. Por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado.
8 Cerca de mí está el que me justifica. ¿Quién contenderá contra mí? Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí.
9 El Señor, el Eterno, me ayudará. ¿Quién me condenará? Todos ellos como un vestido se envejecerán, la polilla los comerá.
10 ¿Quién entre vosotros venera al Eterno, y obedece la voz de su Siervo? Aunque ande en tinieblas y carezca de luz, confíe en el Nombre del Eterno, y apóyese en su Dios.
11 Pero todos vosotros encendéis fuego, y os cercáis de antorchas. Andad a la luz de vuestro fuego y de las antorchas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto, en dolor seréis sepultados.