2 Y vosotros estáis hinchados. Y no tuvisteis más bien duelo, para quitar de entre vosotros al que cometió ese ultraje.
3 Por mi parte, aunque ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, como si me hallara presente, ya sentencié al que esto cometió.
4 En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con la facultad de nuestro Señor Jesucristo,
5 entregad al tal a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor.
6 No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?
7 Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa sin levadura como sois. Porque nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros.
8 Así, celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con levadura de malicia y perversidad, sino con pan sin levadura, pan de sinceridad y verdad.
9 Os escribí en mi carta, que no os asociéis con los fornicarios.
10 No me refería a los fornicarios de este mundo, a los avaros, ladrones o idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.
11 Más bien os escribí que no os asociéis con quien llamándose hermano sea fornicario, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón. Con uno así, ni aun comáis.
12 Porque, ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?
13 Porque a los que están fuera, Dios los juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.